Cuando una de estas “cuerdas” se elonga demasiado, o bien se rompe parcial o totalmente, se produce un esguince.
Los síntomas suelen ser desde una ligera hinchazón en la zona de lesión, hasta hematoma con edema severo y gran incapacidad funcional. El más conocido y habitual suele ser el esguince de tobillo, que se produce cuando tras una mala pisada se nos tuerce el pie de modo que se provoca la lesión.
Como siempre un correcto diagnóstico es fundamental. En ocasiones, y debido a la aparente levedad, el paciente decide dejar pasar el tiempo haciendo un reposo relativo sin dar demasiada importancia a la torcedura. Es entonces cuando, tras pasar un tiempo pertinente, se comprueba que el dolor y la inflamación no ceden.
La intervención de un fisioterapeuta cualificado es crucial para evitar este desenlace indeseable que puede llevarnos a la cronicidad de la lesión o a una mala recuperación.
Ni que decir tiene que ante esguinces más severos con más razón el fisioterapeuta debería cuidar y favorecer nuestra óptima recuperación.
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